martes, 11 de diciembre de 2007

POKEMO0NES VIIIP

Sábado 24 de marzo. Avenida España, Santiago Centro. La discoteque Rapa Nui se ha convertido en la catedral del ponceo pokemon. El lugar está lleno de adolescentes que se mueven y cantan Atréve-te-te-te, salte del clóset, destápate, quítate el esmalte, y de parejas que poncean en los rincones. Los jugos Kapo, las paletas de dulces, los jugos helados y las pulseras de colores vuelan sobre el público. “¡Dónde están los infieles! ¡Dónde están las vírgenes! ¡Dónde están las morenas que se creen rubias! ¡Dónde están los que fuman marihuana!”, grita el animador.En medio de la multitud, Bárbara y Jennifer se pasean con sus petos y minifaldas negras donde se leen las direcciones de su fotolog. Aparte de pertenecer al team RealCrown que promociona las fiestas sub 18 en el Rapa Nui, las dos son chicas vip en el ambiente pokemon. Una raza superior en un ambiente donde la herencia de la televisión farandulera se repite a escala chica. Porque hay pokemones clase A y pokemones clase B: los comunes y silvestres, a los que nadie conoce, y los faranduleros, cuyos fotologs son los más populares. Un pokemón vip es el que tiene más de mil personas, entre conocidos y desconocidos, que han agregado su fotolog en su lista de sitios favoritos del computador. A los pokemones vip las discoteques o las productoras que organizan las fiestas de día los llaman para que sean parte del staff, publiciten los carretes en su fotolog y repartan invitaciones.El tema es que para ser vip hay que enfrentar una competencia feroz en el ciberespacio por quién sube las fotos 
más sexies, osadas, producidas y photoshopeadas. Es la única manera de captar la atención de los navegantes y de llegar a ser los más posteados y visitados. “Si tú subes una foto de cara, nadie te postea. Las fotos tienes que ser las más sexies. Las minas se ponen rellenos o se juntan las pechugas con las manos y salen arriba de la cama para que los niños se incentiven”, explica Josefina, pokemón vip con conocimiento de causa.Muchas confiesan que los administradores del sitio fotolog.cl les han cerrado sus fotologs, de los que pasan pendientes todo el santo día. Están obligados a clausurárselos cuando encuentran contenidos eróticos, sobre todo si los protagonistas son menores de edad. “Yo paso todo mi tiempo libre en el computador. Apenas me levanto, me conecto”, dice Jennifer. Los Poncios Core siguen la misma rutina. El propio Daniel Fernández (36), dueño de la Punta Juárez, se asombra de que el 100% de sus clientes esté conectado siempre. “Me llama la atención que van saliendo de la discoteque y los amigos se preguntan: ‘¿A qué hora vái a estar conectado?’ ‘Paso a comprarme un sándwich y me conecto al tiro’”, relata.El ciclo de internet-fiesta-internet se repite todo el fin de semana. Fotologs más sexies y producidos para ser figura farandulera del ambiente pokemón, fiestas para poncear tupido y parejo y repartir sus direcciones fotologueras, volver a a la casa a subir fotos más provocadoras. Así, un fin de semana tras otro. Todo para convertirse en rostro del mundo pokemón, donde muchos de los adolescentes de chocos alisados se creen el cuento. “La otra vez, fuera de un carrete, le pregunté a una niña por qué estaba triste. Me contó que un amigo, a quien conocía desde chica, no la había saludado porque ahora era parte del staff de la discoteque. Cualquier piojo resucitado que se convierte en vip y no pesca más”, sentencia Bárbara, antes de perderse en medio del jet set pokemon del Rapa Nui.

PONCEA DALE PONCEA


Dentro, la Punta Juárez es un hervidero. El reggaetón retumba y cientos de chicos bailan de un lado a otro en grupos, con vasos de bebidas de fantasía en la mano. No se ve copete. Todos se balancean de aquí para allá en la pista oscura, como si fueran las 12 de la noche, y cuando quedan frente a alguien del sexo opuesto, se susurran cosas al oído y se ríen.–¿Ponceas?, le pregunta un pokemón a la desconocida que tiene al frente. Ambos se besan, se abrazan, se vuelven a besar. Se intercambian direcciones de fotolog y teléfonos que anotan en sus celulares y siguen atracando. Eso es lo que en la jerga se llama poncear: pinchar con uno o varios. “Todos vienen a los carretes a poncear. En general poncean con dos, tres o cuatro personas. Las mujeres también. Las que poncean harto y no están ni ahí con nada son las pelás”, explica Miguel (16), con una bebida energética en mano.Los Poncios Core, un grupo de amigos de Puente Alto y La Florida, clientes frecuentes de carretes a plena luz del día, explican el significado del nombre que los identifica: “Poncio es un cabro que se come hartas minas. Nosotros somos los reyes del ponceo. Hacemos concursos de cuántas minas nos ponceamos y, una vez, dos empatamos con 27 minas en una sola fiesta. Igual hay minas poncias: locas que ponen en su fotolog el aviso de que sus papás no están para que vayan a verlas”, dicen en el patio de comidas del mall Florida Center.En el escenario de la Punta Juárez, Karol Dance, animador estrella de fiestas pokemonas, pregunta micrófono en mano: “¿Adónde están los más poncios?”. “¡Acáaaaa!”, gritan desde todos lados, aleteando con las manos. Tres chicos dirigidos por Karol les lanzan jugos Eskimo, de esos que vienen en tubos de plástico que se congelan, y pulseras fluorescentes. La masa de pokemones se pega codazos, empujones y salta en el aire para agarrar un regalo volador. Karol Dance se acerca a una tarima donde Josefina (16), alias PomPom, baila con una minifalda verde con basta de tul negro. Desde la pista los pokemones tratan de subirle la falda, le sacan fotos con sus celulares, le tiran monedas al escenario y le gritan: ¡A-se-si-na! ¡A-se-si- na! Jowell y Randy no llegan a la Punta Juárez, pero los pokemones no arrugan y siguen perreando hasta las ocho de la tarde. Sale la masa y varios padres esperan a sus hijos, el grueso de 16 años, transpirados y el olor a pucho en la ropa, para llevarlos de regreso a casa.Pero el primer fin de semana de febrero no sólo hubo pulseras y jugos Esquimo de premio. Esa vez, en la discoteque Lola Lola, de La Florida, Karol Dance preguntó: “Por una alisadora de pelo y una gold cam, ¿hay chicas que se atrevan?”. Las niñas aletearon desde todos lados, pero sólo cinco fueron elegidas para subir a la tarima para bailar delante de todos y optar a uno de los premios. El público decidiría. Cuando quedaban sólo dos, una rubia y una morena que no pasaban de los 16 años, el tono del concurso giró radicalmente. “Una de ellas se bajó el pantalón y quedó en hot pants. La otra hizo lo mismo, pero ella andaba con traje de baño. El público estaba prendido. Gritaban: ¡Teta!, ¡teta!. Las dos se desabrocharon el sostén y levantaron las manos. La más aplaudida, que era la voluptuosa, ganó”, recuerda Karol, que en realidad es Karol Lucero, 19 años, estudiante de Derecho de la Universidad Bernardo O’Higgins.El problema fue que, en medio del público, un fotógrafo del diario La Cuarta tomaba fotos. Al día siguiente las imágenes en los medios de las niñas en topless dejó la grande y se inició un proceso en contra de los administradores del Lola Lola por utilización de menores. La discoteque pasó varios meses cerrada por orden de la municipalidad, pero una vez que se estableció que las adolescentes se habían empiluchado por su propia voluntad, reabrió sus puertas.“Una semana antes de que tomaran las fotos en el Lola, hubo un concurso parecido. Dos niñas se sacaron los sostenes, se bajaron los pantalones y así se dieron vuelta por el escenario. Después subieron a dos niños para que se besaran con ellas. Las manosearon enteras en el suelo. Las mujeres les gritaban que eran pelás y los hombres aplaudían como locos”, cuenta Jennifer. Josefina también ha visto chicas semipiluchas arriba del escenario. “A veces es con chupada de pechugas y todo”, afirma. Andrés, del grupo de los Poncios Core, ha participado en cosas parecidas en el Lola Lola. “A una mina en sostenes y calzones le pusieron ají en el cuerpo. A mí me hicieron sacárselo con la boca. Así son los concursos: las minas bailan, hacen un show sexy y suben a un cabro para que les baile”.

El bar Urbano, en Departamental con General Velásquez, fue el primer local que hizo fiestas de día para menores de edad, a punta de bebidas energéticas y reggaetón, en enero de 2006. El éxito fue inmediato: miles de adolescentes que pasaban el verano pegados a la tele y el computador porque no salen a veranear o lo hacen por pocos días al litoral central, encontraron otra forma de matar el tiempo y conocer gente. La discoteque Lola Lola, en La Florida, imitó el horario ese mismo verano e incluyó chorros de agua y espuma para capear el calor. “Se llenó de inmediato. Cuando las mamás venían a dejar a sus hijas me decían: ‘Oiga, qué buena idea, así mi hija se despega un poco del computador’”, cuenta Hernán Nahuel, dueño de Lola Lola. Así, el carrete pokemón comenzó a expandirse por las comunas del C3 y, en junio del año pasado, varias discoteques abrían sus puertas los fines de semana en la tarde. Eso sí, el fenómeno no pegó en el barrio alto. “Es que a los cuicos no les gusta el reggaetón. Lo encuentran flaite. Para ellos, nosotros también somos flaites”, explica Jennifer Romero (18), del team RealCrown, encargado de promocionar las fiestas pokemonas en la discoteque Rapa Nui. Básicamente, el fenómeno pokemón se da en la gran clase media santiaguina, en chicos de San Miguel, La Cisterna, Maipú, La Florida, Puente Alto y Santiago Centro. Dentro de ese segmento es una de las tribus urbanas más grandes que existen. Por eso les dicen pokemones: por los monos animados japoneses, y de pelos parados que se promocionaban como una invasión. Son chicos que van a liceos con letra y número o semisubvencionados y casi todos detestan el colegio. Ese odio los hizo salir a las calles el año pasado a reclamar por su derecho a una educación de calidad. Consumen harta televisión y pasan horas conectados a internet chateando, traspasando sus fotos digitales al computador y subiéndolas a sus fotologs. Las cifras son elocuentes: según fotolog.com, Chile es el país que tiene mayor cantidad de fotologs en el mundo. En total, nuestro país concentra el 14% de los fotologs.com del mapa y los principales usuarios son adolescentes, como los pokemones. “Estos chicos son parte de los nuevos grupos que nacen relacionados a los medios y a la tecnología. Sus referentes son Mekano, Rojo y los realities. Pasan mucho tiempo solos porque los papás trabajan, no suele haber una nana en la casa y tienen menos recursos para consumir entretención: no van a conciertos, porque las entradas cuestan de $ 15.000 hacia arriba, ni alcanzar a juntar de sus mesadas para irse de viaje con amigos. En la adolescencia, se necesitan grupos de pertenencia. En niveles más altos, perteneces a un colegio o entrenas un deporte. En cambio, en niveles socioeconómicos más bajos, los adolescentes son más permeables a las modas que ven a través de los medios”, explica María de los Ángeles Álvarez, psicóloga de Lado Humano, una empresa dedicada al estudio de personas para comunicación estratégica.Por eso, los pokemones se producen con ese look que es un cruce de Mekano con MTV. No sólo hay que ser, también hay que parecer un pokemón como Dios manda. Las chicas se cortan el pelo entre amigas o piden escalonados extremos en las peluquerías del mall Florida Center o Arauco Maipú. Se compran pantalones y faldas en grandes tiendas y para lo demás prefieren Patronato. “Patronato la lleva todo el rato. Por algo de ahí sacan la ropa para el personaje de la Titi Larraín, de Casado con hijos. Y en la feria artesanal del paradero 14 de Vicuña Mackenna todo el mundo se hace los piercings en la lengua, las cejas, la nariz o los labios”, explica Bárbara Vargas, compañera de team de Jennifer. Bárbara tiene uno en la lengua del que sus padres no están enterados. “Ya nadie pide permiso para hacerse un piercing. Vas y te lo haces”, dice ella.Los hombres son más marqueros. Compran zapatillas tipo skater marca Adio, Independent o Circa, y poleras con frases como Cien por ciento wuashón o tipo basquetbolista en el Eurocentro de calle Ahumada. Cuestan entre 10 mil y 25 mil pesos. Otros juntan más plata para comprar en la tienda-sueño de todo pokemón: Rip Curl, para el surfer, skater y rapero de estos tiempos, en el Parque Arauco, cuyos precios llegan hasta los 40 mil. “Es increíble cómo se arreglan. Se planchan el choco antes de salir de la casa con el alisador de la mamá o de la polola. Algunas niñas van con la plancha a la fiesta. Yo he visto filas de niños en el baño de hombres para que una mina les planche el pelo”, cuenta Josefina Aguilera (16), conocida como Pompom en el ambiente de fotologs pokemones, con la boca bien pintada de rojo y las mejillas coloreadas

KARRETE POKEMÓN

SON ADOLECENTES MENORES DE 18 AÑOS QUE CARRETEAN ENTRE TRES Y OCHO DE LA TARDE LOS FINNES DE SEMANA.
PASAN PEGADOS A INTERNET Y AL CELULAR, Y SE DESVIVEN POR ENCHULAR SUS FOTOLOGS. USAN CHOCOPANDAS ALISADOS CON PLANCHA Y PONCEAN EN LAS DISCOTEQUES CON CONOCIDOS O DESCONOCIDOS, A RITMO DE REGGEATON. ESTE ES UN RECORRIDO P0OR EL MUNDO DIURNO DE LOS NIÑOS QUE CRECIERON CON MEKANO Y AL CULTURA FARANDULERA Y EL CONPUTADOR CONECTADO Y QUE YA CUMPLIERON 13 AÑOS. AQUI, LA GENERACION POKEMO0N.